El
periodista deportivo debe estar academizado…
El periodista o
comunicador tiene una gran responsabilidad ante la sociedad que no puede ser
menospreciada. Él es un educador, un formador, un ejemplo y hasta un guía de
quienes reciben sus mensajes. No es cualquier oficio el de hablar por un
micrófono o escribir en algún medio de comunicación.
Sin embargo además de
ser una profesión de las menos valoradas económica y socialmente, recibe el maltrato por parte de
la mayoría de los propietarios de medios de comunicación masiva en nuestro
país, sobre todo en el interior del mismo. A ellos no les importa la calidad,
la preparación y el cumplimiento de los requisitos académicos o de formación.
Es cierto que hace 30 y
hasta 20 años atrás era muy difícil tener acceso a la preparación adecuada o
universitaria. Por ejemplo en esta zona de los llanos no existía la escuela de
Comunicación Social en ninguna casa de estudio superior hasta hace una década,
donde en Barinas se abrieron las puertas para ella en una institución privada.
De resto, los estudiantes debían movilizarse a Barquisimeto o Mérida, como
ciudades cercanas.
Sin embargo, las
generaciones pasadas eran preocupadas por la preparación, por la educación como
andamiaje principal de la sociedad. Aquellas condiciones y características
seguramente dieron pie para que el acceso al trabajo comunicacional no exigiera
tajantemente un diploma académico para poder ejecutarlo. Pero claro, había una
responsabilidad inexorable por el oficio que avalaba dicha permisología que hoy
no existe.
También es cierto que
para ser locutor por ejemplo, el principal requisito era poseer una voz fuerte,
robusta, un cañón en la garganta. Pero luego de ese principal condicionante el
futuro hablante tenía que someterse a una preparación estrictamente diseñada
para el trabajo a realizar que garantizaba una comunicación respetuosa, íntegra
y de enseñanza. En nuestros tiempos aquello quedó en el olvido.
La globalización
mediática permitió que el abanico de posibilidades de hacer uso de los medios se
expandiera, y con ello, todo se ha convertido en una aberración. En la fuente
deportiva cada vez presenciamos transmisiones de menor calidad, donde los
interlocutores asumen el rol protagónico desconociendo a los verdaderos
protagonistas. Jugadores, entrenadores, árbitros, dirigentes, entre otros.
Hoy escuchamos a
personas hablando en primera persona y colocándose de ejemplo de una manera
airada para ganar adeptos. Solo por citar una circunstancia de las que cada vez
son más recurrentes. Preocupa que en un mundo tan rico y amplio como lo es el
deporte, y donde cantidades exorbitantes de personas tienen acceso, un
comentarista no se prepare para la pauta que va a cubrir.
En estos tiempos hay
enormes facilidades para prepararse y documentarse, tanto profesional como
especializadamente. Allí es donde esta la clave del éxito. Un ejemplo palpable
es el de ver cada vez con mayor frecuencia a ex jugadores en las cadenas y
canales deportivos, quienes a pesar de haber tenido exitosas carreras como
deportistas, no tienen los mismos honores como comunicadores. Es porque hay que
prepararse, así como lo hicieron para ser atletas, también deben respetar el
proceso de formación para el nuevo rol.
Los patronos de
periódicos, radios, canales de televisión o cualquier medio seguirán
anteponiendo el dinero antes que la calidad y garantía del trabajo sin importar
lo que el público reciba, pero debe ser un compromiso personal el de brindarle
a la audiencia un trabajo nutrido en conocimientos y que les sirva a ellos para
absorberlos.
Todos tienen derecho a
expresarse en cualquier medio de comunicación establece nuestra constitución,
pero para trabajos especializados como el deporte, hay que constituirse
correctamente. Ir a la universidad y a partir de ahí remozar un talento para beneficio
del espectador y respeto de la profesión.
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