El que Arriesga Tiene Derecho a Ganar…
El
17 de diciembre de cada año es una fecha con un valor intangible para los
venezolanos y también para los países bolivarianos, ese día conmemoramos el
fallecimiento del Libertador Simón Bolívar. El día que traemos citado pero del
año 2012 marcó el destino y sobretodo el rumbo de una institución que decidió
liberarse de una generación de jugadores consagrados para darle paso a la
juventud con sangre nueva.
Atónitos
quedaron los seguidores de la fuente del baloncesto cuando el conjunto de la
capital realizó su presentación oficial a la prensa para afrontar la temporada
2013 de la Liga
Profesional de Baloncesto. Luego de muchos años de grandes
logros y triunfos la dirigencia junto al entrenador Néstor Salazar decidieron
no incorporar para este año a figuras como Leandro García Morales o Jack
Martínez en la importación, Juan Herrera, Windy Graterol que estaría jugando en
el baloncesto de Puerto Rico y las salidas desde hace algún tiempo de Víctor
David Díaz y Henry Páez, claramente quedaba la brecha abierta para la
generación de relevo que se viene formando en la institución caraquista y que
viene pidiendo pista desde hace rato.
Las
dudas comenzaron a generarse en el entorno del baloncesto profesional
venezolano, las interrogantes brotaron cual burbujas en un baño de espuma;
¿Cómo van a dejar por fuera a Jack, Leandro y Herrera, están locos? ¿Esos
muchachos no van a poder con el peso de la camiseta? Entre muchas frases con
entonación de interrogación que se generaron los días previos al inicio del
torneo.
La
temporada comenzó su andar y los saurios no pudieron comenzar como en
anteriores oportunidades, era obvio, había un nuevo grupo que se estaba
amalgamando y tomándole el ritmo a la liga, supieron aferrarse a la parte media
de la tabla para mantenerse con vida aunque con muchos contratiempos que en
algún momento pusieron en duda su clasificación a la postemporada.
Sin
embargo, este año el calendario sería diferente con relación a las anteriores
ediciones de la LPB,
contaría con más partidos y por ende determinaba una ronda regular mas larga,
situación que le permitiría a Cocodrilos recuperarse y subir su nivel de juego
a tal punto de que pudieron entrar sin mayores inconvenientes a la primera
ronda de semifinales. Luego en postemporada protegidos por el aura denominada
“la suerte del campeón” estuvieron en jaque en esa primera fase semifinal y
también en la segunda ronda, donde curiosamente Marinos le daría vida a los
reptiles y la oportunidad para que entraran a la gran final.
En
la otra acera estaba el acorazado oriental listo para disputar el campeonato.
Luego de una ronda regular sin contratiempos en la que se mantuvo en el primer
lugar de principio a fin, abriendo un paréntesis donde una seguidilla de
derrotas que le permitieron al segundo y tercer lugar de la tabla acercarse a
los anzoatiguenses generaron nerviosismo en el seno de la institución naval,
determinando así la salida de su estratega Jorge Arrieta, sustituido por su
asistente Henry Paruta.
Fue
el único manchón de Marinos en primera ronda. Durante la postemporada continuó
siendo el Goliat de la liga y contundente candidato al campeonato, superando
las dos instancias sin novedades e inclinando la balanza a su favor en las
apuestas para quedarse con el trapo campeonil frente al conjunto de Caracas que
si tuvo muchos traspiés para llegar allí.
Los
saurios afianzados en la labor colectiva pudieron conseguir el objetivo con
coraje y pundonor, había poco que perder y mucho que ganar. El escenario estaba
servido para que los portocruzanos se alzaran con el campeonato. Las
estadísticas, los desafíos durante esta temporada, la manera como fueron
superando cada una de las instancias le colocaban el muro mas alto a los
dirigidos por “mamá osa”.
Además
llegar a un séptimo juego final en la “caldera del diablo” le daba un sabor de
mucho morbo a la situación, en esa circunstancia Marinos solo había perdido una
sola vez, el 6 de junio de 1990 contra los Cardenales de Portuguesa, los Bravos
de Carl Herrera Allen, el mejor basquetbolista en la historia de Venezuela.
La
nota triste de ese gran espectáculo deportivo que brindó la gran final y que ha
generado gran revuelo en la sociedad venezolana fue el mal comportamiento de
algunos desadaptados que no permitieron que el partido se terminara de jugar,
arrojando objetos contundentes, botellas de vidrio que volvieron el recinto
deportivo en una batalla campal y que terminó derivando la confiscación del
partido a falta de 3.8 segundos por jugar y dejando como campeón a Cocodrilos.
Todo
lo sucedido en el Luis Ramos no es por culpa del licor que puedan comercializar
dentro del recinto, si ese fuera el factor entonces el beisbol tuviese las
mismas conductas. Este flagelo es un problema de sociedad, de cultura, de
educación, del país en que vivimos, la violencia que vivimos día a día
sobretodo a través de películas y series televisivas entre otras. Ese tiene que
ser el camino que conduce al origen de la conducta violenta en los espectáculos
públicos deportivos del país, bien sea futbol, baloncesto o cualquier otro.
En
1990 cuando el conjunto guanareño logró el campeonato en ese mismo recinto,
Rubén Mijares saludando y felicitando a los portugueseños al final de la
transmisión radial del circuito de Cardenales felicitaba a la gente de Puerto La Cruz por el comportamiento
cívico en el que se mantenían porque el gimnasio estaba lleno desde las 5 de la
tarde y desde esa hora estaba abierta la venta de cervezas. El partido culminó
sobre las 10 de la noche y nadie se movió del graderío hasta que el campeón de
aquella final levanto su trofeo.
Por
todo lo que supo superar Cocodrilos de Caracas hoy son justos campeones. Felicidades
para ellos, así como para este espacio que con esta edición cumple su primer
aniversario compartiendo con ustedes, desde aquí gracias eternamente a quienes
dedican su tiempo para leer Deportes de Primera.
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